¿Quién es quién en el Olimpo?

Séptima parte: Hades el señor del Inframundo

Hijo de Cronos y Rea, hermano de Zeus y Poseidón, Hades es el soberano del mundo de los muertos. Su nombre proviene del vocablo aidein, es decir el misterio, de este modo es el invisible. Sin embargo, también recibió el nombre de Plutón, del vocablo griego plutos, o sea riqueza; en este aspecto es el dios que oculta riquezas debajo de la tierra, o de otro modo de la riqueza agrícola pues ejercía sus poderes desde el interior para beneficiar a los cultivos. Como ya se vio en otras secciones de ¿Quién es quién en el Olimpo?, Hades fue rescatado por su hermano Zeus cuando Cronos engulló a sus hijos; al lado de su hermano luchó contra los Titanes, ganándose así el lote del inframundo, donde gobierna a placer y sin restricciones. En muy raras ocasiones se le ve salir de sus dominios, sólo cuando raptó a Perséfone (esta historia la abordamos en nuestra sección sobre el Teatro Griego), y la vez que buscó la ayuda de Peón para curar una herida causada por Heracles con una flecha acerada. Si se le ocurre salir de su reino apenas es advertido pues utiliza su casco de la invisibilidad.

                        En el aspecto marital apenas tuvo tacha. Sólo cometió dos faltas. Primero con la ninfa Minte, a la cual Perséfone persiguió hasta pisotearla cruelmente, el dios, apiadado, transformó el cuerpo de la joven en una planta: la menta, y desde ese momento le fue consagrada. La segunda ocasión fue con Leuce, una oceánida; el soberano infernal la condujo a su reino pero ella murió, entonces la metamorfoseó en un álamo silvestre, árbol de los Campos Elíseos.

                        El dios, bajo el nombre de Hades, recibió muy poca veneración, no así bajo la acepción de Plutón, el cual contó con gran cantidad de ofrendas y templos. Según Homero, para dirigir las plegarias al señor de los muertos, se golpeaba el suelo con las manos o con unas varas. Los sacrificios que se le dedicaban consistían en carneros o cabras de color negro. Además de la menta se le consagraron el ciprés y el narciso.

                        Dentro del cortejo de Hades se encuentran divinidades menores como Hécate; hija de los titanes Perses y Asteria, es una diosa lunar sumamente poderosa, es ella capaz de conceder a los hombres la riqueza, la victoria y la sabiduría; cuando se desató la Guerra contra los Gigantes, peleó valerosamente al lado de Zeus, por lo cual se le reserva un lugar en el Olimpo. Como diosa del inframundo es quien presidía las purificaciones y las expiaciones, tutelaba los hechizos y las prácticas mágicas; es ella quien envía a los demonios a atormentar a los hombres; emergía a la superficie, rodeada de sus fieros perros infernales, para estar en sus sitios predilectos: las encrucijadas, los cementerios o en los parajes donde se hubiera cometido un crimen atroz. Por ello en los cruces de camino se colocaron efigies de la diosa con tres rostros.

                        Otros sirvientes de Hades son Hipnos y Tánatos. El segundo es hijo de la Noche, ataviado en negro se pasea entre los mortales cargando su daga argentina para arrebatarles la vida cuando llegaba la hora. También se le representó como un genio alado, igual que a Hipnos, su hermano. Este último es quien duerme a los humanos tocándolos con su vara o abanicándolos con sus alas. Su poder alcanza hasta los mismos dioses. Hipnos tiene un hijo, Morfeo, quien preside los sueños.

Las Moiras o Parcas son otro trío al servicio de Hades. Se les representa como tres mujeres: una joven, otra madura y una anciana, la primera sostiene un ovillo de lana (símbolo del destino), mientras la segunda utiliza la rueca para tejerlo y la última sostiene las tijeras para dar el golpe final. Cuando ellas deciden que ha llegado el momento, envían a las Queres para ejecutar sus decisiones; estas criaturas emergen en las batallas para apoderarse de los heridos y saciarse con su sangre moribunda, por ello se les llamaron las perras de Hades. Junto a las Queres están las Erinias o Furias, criaturas malévolas con serpientes por cabello y cuya misión es castigar a los parricidas y perjuros. Además de ello, las Erinias eran quienes ejecutaban los tormentos en el Tártaro. Sólo Orestes fue capaz de salvarse de la furia de estos seres espantosos.

                        Por último tenemos a Caronte, el barquero de las almas, quien recoge a los difuntos a la entrada del Inframundo, estos debían pagar con dos denarios el viaje, por ello era costumbre enterrar a los muertos colocándoles una moneda en cada párpado; cuando el difunto no recibía los honores fúnebres correctos, carecía de recursos para su peaje, por lo cual se le arrojaba al río Estigia donde vagarían sin descanso alguno. Si por el contrario se le pagaba al buen dios, entonces eran conducidos ante el Tribunal del Inframundo, presidido por Hades, Minos, Éaco y Radamantis. Minos y Radamantis fueron grandes reyes, conocidos por su justicia por ello Hades los colocó como jueces de las almas; Éaco, por otra parte, fue hijo de Zeus y Europa, siempre se distinguió por mostrar una gran piedad y gracias a ello se le invitó a formar parte del Tribunal y ser el custodio de las Llaves del Inframundo. Ante estos jueces el alma humana comparece y dependiendo de sus actos será enviado al castigo eterno en el río Tártaro donde sufrirá grandes tormentos, o bien se le otorgará la dicha de cohabitar en los Campos Elíseos, una especie de Paraíso. Para evitar que cualquier mortal entre antes de tiempo o que alguna alma decida huir, la entrada del domino de Hades está custodiado por el can Cerbero, un fiero animal de tres cabezas, que sólo Heracles fue capaz de domar.

Hasta aquí llega la sección del día de hoy. Les deseamos un excelente cierre de semana, esperando, como siempre, nos dejen comentarios, dudas y sugerencias.