Los Nueve Infiernos. La Historia del Mal

Primera parte

Corros, demonios, brujas, el sereno, aquelarres, pentagramas, siete velas negras en la Noche de San Juan, hostias negras y un gato negro que mira al cuervo mientras cruza la luna llena, licántropos, vampiros, caballeros obscuros, fantasmas y espantos; niebla obscura en solsticio de invierno, el fin del mundo y el despertar de la bestia. ¿Quién no ha escuchado estas y mil frases más para referirse a esa fuerza extraña que incita a los hombres a dañar al prójimo e incluso dañarse a sí mismo? En esta ocasión en Ecos del Pasado abordamos uno de los aspectos culturales más importantes de la historia humana: El Mal. ¿Pero qué es el Mal? Fuera de las definiciones que la gramática nos pueda ofrecer, el mal es una encarnación de lo desconocido, lo otro, aquello que el hombre no comprende pero le teme; de alguna forma se puede decir que esta fuerza negativa o que se presume de tal guarda una similitud con lo sagrado, aquello que está apartado y no debe confundirse con lo común o profano; dicho de otro modo, el Mal es fascinante y terrible a la vez; por un lado atrae a los seres humanos pero por otro se le teme y evita. También podríamos entender esta fuerza opositora como ente contrario a lo que beneficia a un grupo social, así por ejemplo, vemos el hecho de encarnar en la figura de la bruja a todas aquellas energías destructoras que atentan contra la comunidad: pestes, enfermedades, plagas, sequías, granizo, etc. Desde la más remota antigüedad, nuestros ancestros de las cavernas ya definían al Mal como “lo otro”, es decir todo aquello que está fuera y en contra del grupo social u horda en ese caso. Cuando los humanos aprendimos a ser sedentarios y establecimos las primeras aldeas agrícolas, todo aquello fuera del poblado era malo, extraño y más valía evitarlo porque ahí existe otra realidad, lo no cotidiano; es decir, bandoleros, bosques, mares, ríos, etcétera, todo aquello que no está dentro del orden y precepto de la aldea o los dioses. De este modo podemos entender que el Mal no sólo es extraño, ajeno, negativo y temible sino que también es extracotidiano, es decir a veces ocurre y eso no es bueno pues no se puede controlar; incluso en la actualidad cuando escuchamos de la  mala suerte de Fulano o la pena terrible de Mengana, siempre están relacionados con un sentido extraño, poco común que le pasó al prójimo y cuando nos ocurre en carne propia viene el pensamiento de “¡Dios! ¿Por qué a mí?” Dentro de esta

subsección de Ecos del Pasado iremos revisando poco a poco distintos rostros del Mal a lo largo de la historia, no sólo en su aspecto religioso como fuerza contraria a un dios o dioses sino también en su aspecto cultural y cómo, dentro de los códigos de conducta sociales, el mal también es una forma de educar y decir: esto no se hace porque está Mal, es decir atenta contra el orden impuesto por Dios o Estado y daña al grupo social. De ahí pues, podemos entender un poco más aquella frase de “no satanices las cosas”, pues de alguna forma le cargamos de energía negativa a un aspecto, acción o cosa con tal de explicarnos aquello que nos daña o de plano no más no logramos comprender. Si revisamos los textos medievales por supuesto que el mal lo veremos bajo el rostro de seres inexistentes como diablos, duendes, criaturas nocturnas, apariciones, etc. Pero si pensamos en el mal contemporáneo está encarnado por el narco, el político, el millonario maldito,el indio bandolero, el VIH, el homosexual sidoso, la malvada mujer trabajadoramente exitosa que no es dulce madre abnegada, el alcohólico golpeador, y un sinnúmero de personajes urbanos que aterrorizan a las distintas clases sociales del México actual. Lo importante aquí es comprender que el Mal no es otra cosa sino un grupo de símbolos o convenciones grupales que le permiten al ser humano explicar aquello que le asusta, angustia y no logra comprender y, mucho menos, controlar. Mientras el hombre controle todo va bien, cuando se sale de sus manos entonces es momento de rezar y pedir clemencia a la Divina Providencia, ejemplo de ello son los fenómenos naturales que, por más Facebook que tenemos no logramos dominar: terremotos, inundaciones, huracanes, ventiscas, heladas, despeñaderos, incendios y demás monerías de la Madre Tierra. Anticipamos que en el siguiente bloque de Los Nueve Infiernos. La Historia del Mal abordaremos uno de los rostros más famosos del mal: El Monstruo. Los invitamos a dejarnos sus comentarios sobre ¿qué monstruos les gustan más o les gustan menos? E incluso si les gustaría que hablásemos de alguno en especial, ya sea de la mitología universal como los dragones y arpías o bien de la literatura fantástica y de la ciencia ficción como los orcos y los Lich de ultratumba. Les deseamos feliz cierre de semana y esperamos sus valiosas palabras.

Para saber más recomendamos:
 BULL, Malcolm, La teoría del apocalipsis y los fines del mundo, Trad. María Antonia Neira Bigorra, México, Fondo de Cultura Económica, 2000
 MUCHEMBELD, Robert, Historia del diablo. Siglos XII-XX, Trad. Federico Villegas, 2ª Ed., México, Fondo de Cultura Económica, 2004
 SANTIESTEBAN Oliva, Héctor, Tratado de los monstruos. Ontología Teratológica, México, Plaza y Valdés, 2003