Entre Feudos y Monarcas –Historia Medieval–

Las Cruzadas Parte 2

 

Llega el jueves y con él una vez más Ecos del Pasado. La sección anterior iniciamos con un nuevo subtema dedicado a las cruzadas; en esta ocasión toca el turno a las Cruzadas Señoriales. Se entiende como tales a las guerras de fe encabezadas por señores feudales, organizadas en distintas épocas; cada una tuvo peculiaridades dignas de mención, por lo tanto, iniciemos pues con: La Primera Cruzada Señorial.

Después de la proclamación del Papa Urbano II, para mediados del año 1096, los principales señores de la Europa occidental tenían listos sus ejércitos para dirigirse a Constantinopla; contentos y presurosos, como los pastores a Belén, llegaron a Bizancio a principios de 1097; sin embargo, aquí surgen los primeros problemas pues los cristianos de occidente comienzan a tener riñas con los ortodoxos bizantinos. Cabe destacar que mientras Bizancio se caracterizó por ser un imperio refinado, cuna del famoso amor cortés, los occidentales provenían de una tradición germánico-céltica más cercana a la vida de vikingos que de finos caballeros de brillante armadura. No obstante, a partir de este momento, la Edad Media Europea se ve influenciada por los usos y costumbres de Constantinopla, de ahí en adelante se desarrollarán elementos característicos de la época como: los juglares, la literatura de caballería, los romances y el establecimiento de las famosas órdenes de caballería: Templarios, Hospitalarios y Teutones.

Tras diversas batallas, los cruzados lograron liberar Tierra Santa del dominio musulmán, regresando el dominio del Asia Menor a Bizancio y estableciendo en Siria el Reino Latino de Jerusalén; lo interesante es que la mayoría de los señores participantes se compuso de nobles segundones, quienes en su mayoría no heredarían tierras o feudos, por lo tanto la idea de nuevas conquistas los animó, logrando, la mayoría, establecer feudos independientes por toda la región del medio oriente; después de las batallas se eligió a Godofedro de Bouillon, duque de Lorena (Francia) como rey de Jerusalén. La presencia de los feudos cristianos atrajo un gran contingente de peregrinos, caballeros en busca de aventuras, y sobre todo, mercaderes que iniciaron un activo tráfico entre Siria y las ciudades del sur de Francia y del norte de Italia. Parecía que las posesiones cristianas tenían asegurado su porvenir, sin embargo poco les duró el gusto a estos entusiastas cristianos.

Para el año de 1144 el Disneyland cristiano tuvo su derrumbe; los pleitos y diferencias entre los nuevos feudos debilitaron considerablemente la resistencia contra las invasiones turcas, facilitándoles el trabajo a los musulmanes quienes, ni tardos ni perezosos conquistaron el condado de Edesa, orillando a crear una nueva cruzada señorial. Esta segunda parte de las cruzadas corrió a cuenta de las ardientes predicaciones de San Bernardo (sí, como el perro). Participaron: Conrado III, emperador de Alemania y Luis VII, rey de Francia.

Esta alegre comitiva marchó hacia Palestina sin combinar sus fuerzas, por lo cual, cuando llegaron al Asia Menor los turcos los derrotaron fácilmente. Los pocos sobrevivientes consiguieron llegar a Siria y poco después cada soberano tomó a su gente para regresar a Europa; los dos monarcas volvieron a sus reinos flacos, ojerosos y sin éxito alguno.

Casi cuarenta años después, es decir en 1187, el sultán Saladino se apoderó de Jerusalén, regresando así el poderío musulmán sobre Tierra Santa; este hecho indignó a la cristiandad dando paso a la Tercera Cruzada Señorial. En esta ocasión los participantes fueron: Felipe II o Felipe Augusto, rey de Francia; Federico I o Federico Barbarroja, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico S.A. de C.V.; y el afamadísimo y favorito del público: ¡Ricardo Corazón de León, rey de Inglaterra!

De todas las cruzadas, esta resulta la más entretenida al mero estilo Televisa, pues si bien Francia e Inglaterra mantenían una encarnizada guerra, cuando se hizo el anuncio para la guerra santa, los dos monarcas decidieron establecer un cese al fuego (bueno, al acero) para unir fuerzas contra Saladino y sus huestes. Cada quien salió de su reino para encontrarse en Bizancio, sin embargo el fracaso de esta cruzada no se hizo esperar, las embarcaciones del Sacro Imperio Romano Germánico sufrieron un naufragio antes de llegar a Siria, donde el emperador Federico Barbarroja se ahogó dejando la gran lección de: no nadar con armadura. Por su parte, el rey Felipe Augusto, al poco tiempo de desembarcar en Oriente, se regresó a Francia para aprovechar la distracción de la cruzada y ganar ventajas en la guerra que mantenía contra Inglaterra, de tal suerte que sólo Ricardo Corazón de León llegó a combatir a los invasores. Tras largas batallas no logró ningún avance y entonces decide firmar un acuerdo con Saladino donde se les permitía el acceso a los peregrinos cristianos para visitar la Tierra Santa.

Como podrá observarse el negocio de las cruzadas fue el peor de todos los ejecutados por la Santa Madre Iglesia; ninguna de las tres guerras consiguieron devolver o mantener poderío cristiano sobre la patria del fundador del cristianismo. El episodio de estas batallas por la fe tiene su fin hacia el siglo XI con la Cuarta Cruzada Señorial, predicada por el Papa Inocencio III, quien solicitó a la cristiandad un nuevo esfuerzo para triunfar en Palestina.

Fueron muchos los caballeros, en particular franceses, quienes respondieron al santo llamado; sin embargo, los planes no resultaron según la ruta crítica del pontífice, pues en lugar de atacar Jerusalén, los cruzados arremetieron contra la mismísima Constantinopla, y en lugar de combatir contra el Islam lo hicieron en contra de sus hermanos ortodoxos, fundando así el Imperio Latino de Constantinopla. ¿Por qué esta mala leche contra los bizantinos?, la culpable de todo ello fue una empresa comerciante que iba creciendo peor que la Coca-Cola: La venerable ciudad comerciante de Venecia.

El cambio de planes se dio cuando los cruzados, al llegar a Venecia, pidieron el apoyo de su flota para llegar a Tierra Santa; no obstante, los venecianos se negaron a prestar su ayuda gratuitamente, pidiendo por ello grandes sumas de dinero, mismas que la ONG de los cruzados no poseía, por lo tanto llegaron a un acuerdo: atacar Constantinopla en lugar de Palestina. La razón de ello se debió a los tratos comerciales mantenidos entre el véneto y los musulmanes, por lo cual no convenía a los intereses empresariales de dicha ciudad y sí, en cambio, les interesaba apoderarse del comercio en la región bizantina.

Por supuesto el Papa se opuso rotundamente, pero los cruzados, por alguna macabra razón, aceptaron las propuestas venecianas y para el 1204 atacaron Constantinopla, derrocaron al emperador, saquearon la ciudad y establecieron la nueva marca comercial: El Imperio Latino de Constantinopla a cuyo frente colocaron al conde Balduino de Flandes. Sin embargo, los bizantinos guardarán rencor por ello y entre dimes y diretes reconstituirán el Imperio Ortodoxo, financiados por la competencia de Venecia, la ciudad comerciante de Génova, pero esto será motivo de otro artículo; por lo pronto les deseamos un excelente cierre de semana y los invitamos a dejar sus comentarios.