KFC

Sentarte con un galón de helado llorando y comiéndote tus lagrimas después de terminar una relación o comprar todo el queso que puedas encontrar para usarlo como cobija mientras ves la tele por días seguidos sin moverte es algo que mucha gente al menos ha presenciado. Llorar cuando ves a una pareja feliz también es algo que te hace llorar durante ese estado.

Todas estas son reacciones normales cuando hay una ruptura entre parejas, pero pasar una semana entera en un KFC de 24 horas es algo un poco menos cotidiano.

Eso es lo que hizo esta mujer de 26 años tras la ruptura con su pareja.

Esta mujer, de la provincia de Sichuan en China, decidió subir sus ánimos con una cubeta de pollo frito, pero ya estando en la local, decidió que necesitaba tiempo para pensar y se quedó un rato.

Un rato se convirtió en muchas horas y las horas se convirtieron en días, habló al trabajo y dijo estar enferma para no tener que irse del KFC.

“No había anticipado quedarme tanto tiempo, sólo quería unas alitas de pollo,” explica la mujer. “Pero ya estando ahí, comencé a comer, decidí que necesitaba un poco de tiempo para pensar las cosas. No quería regresar a mi departamento por los recuerdos que tenía de él ahí, así que me quedé.”

Los empleados mostraron su preocupación después de unos días al darse cuenta que esta mujer parecía muy familiar.

“Cuando le preguntamos si estaba bien, ella nos decía que sólo necesitaba un rato para pensar las cosas,” dijo un empleado. “Y luego nos pidió otra caja de alitas de pollo con una orden grande de papas.”

No estaba molestando a nadie, así que los empleados decidieron dejarla quedarse y era un cliente que pagaba.

Después de una semana, decidió que era tiempo de quedarse un rato con sus padres que viven justo afuera de la ciudad para reflexionar sobre su vida (además, ya estaba harta del sabor del pollo), pero sus nuevos amigos en el KFC dicen que la extrañarán.

“Supongo que la extrañamos un poco. Definitivamente nos hacía el trabajo más interesante,” dijo un empleado del KFC.

Publicado por Othón Vélez O’Brien.