Usualmente el miedo es la forma de adquirir poder frente a alguien, no es lo más adecuado, pero al parecer es la última medida.

Esta “forma de educar” viene de nuestras madres o la mayoría de ellas, cuyas amenazaban que al portarse mal, “el viejo del costal, o el coco” vendrá por ti.

Aprendemos a lidiar con el, y nos refugiamos en el único lugar que es totalmente nuestro, nuestras habitaciones.

“El día dejo de importar, pero no había duda la noche era su aliada, podía percibir una suave y fría neblina salir por debajo de la fábrica de sueños, por  debajo de la fábrica de infinita pasión…

Solo quería estar sola, solo quería llorar, quería sentirme la mujer más desdichada en mi cuarto, como tanta gente, como los demás… Esa horrible sensación me lo impedía, corría con los ojos cerrados para después pegar un salto a la cama…

Cada día, cada noche que lloraba dejaba mis lágrimas caer al igual que mis palabras, cada oración de amor, cada maldición, cada sentimiento… Era capaz de sacarlo de mí. Al transcurrir el tiempo esto se volvió imposible, debajo de mi cama, habitada una bestia o un ángel maldito, una criatura sin nombre, sin forma, sin corazón, sin razón alguna. Interrumpía todo equilibrio incluso la penumbra del lugar, se podía percibir un brillo incesante, incomodo, aún estando a salvo justo arriba de ella, sabía que me miraba, que me olía al dormir, robaba cada sueño…

Sin saber, arrojé mis miedos más fuertes, mis batallas derrotadas, me culpé por cada hecho, por cada situación y ni siquiera tuve el valor de afrontarlo, solo lo lance, bajo la cama.

Para la noche, ya me esperaba, lo sabía aquella criatura iba a salir… ¿por qué hoy? ¿por qué ahora? Traté de ignorar cada meticuloso ruido que “eso” hacia pero, de pronto todo se vino abajo, nadie imaginaba que esa noche yo no regresaría…No, no como me conocían.

Petrificada de pies a cabeza así era como me encontraba, mientras sentía su helado dedo pasar sobre mi columna vertebral, no pude evitarlo las lágrimas se agolparon en mi. Decidida y con un valor que no sabía de donde provenía gire para encontrarme cara a cara con esa maldita bestia…

¡Dios!… Apenas susurré, sus ojos, su nariz, esos labios… recorrí a gran velocidad todo su ser era, era igual a mí, solo que sus ojos eran negros, opacos, secos. No podía entender nada y sin previo aviso tiro un golpe, solo uno pero certero. Poco a poco todo regresaba, perdí el conocimiento por unos minutos pero esa cosa se acerco a mí. Comencé a llorar, era impotente y tenía miedo, sus ojos azabache me retaban y fue ahí que pude ver lo que venía y pese a eso no moví ni un dedo, lanzó otro golpe, ahora en mi estomago tosí con desespero, jalaba aire a bocanadas, quise gritar pero “eso” me tomó por el cuello con una fuerza impresionante, levantó mi ser, sobrepasando los cinco centímetros del suelo, estaba a punto del desvanecimiento cuando su voz, aquella voz que emanaba mil voces al mismo tiempo pronunció…. “Dilo”

En ese momento sabía quién era, que quería y lo que hacía habitando debajo de mi cama…

Esa bestia construida por mí, solo quería oír un “me rindo” como tantas veces, perecería por culpa de mis miedos y frustraciones, por mi propia mano.

La batalla fue ardua, exhaustiva, mi cuerpo débil titiritaba en el suelo esa “cosa” ya no era lo que empezó, pude debilitarlo, pude ver como una pequeña niebla aullaba y partía a refugiarse debajo de la cama. Esperando ansiosa a ser fuerte, tan fuerte como lo permita.