Una y otra vez la historia ha demostrado que donde hay conflicto humano, el contagio de enfermedades no está muy lejos.

Téngase por ejemplo el brote de poliomielitis en Siria -así como en Israel y Egipto-, causado por una cepa que puede ser rastreada hasta Pakistán.

Las guerras y la actuación de la insurgencia producen las condiciones ideales para que las bacterias y los virus se afiancen. Por eso no es de sorprender que la poliomielitis se haya vuelto endémica en Pakistán y Afganistán, y que ahora haya resurgido en Medio Oriente.

Algo parecido ocurre en África, donde la obstrucción política a las campañas de vacunación ha facilitado que la polio continúe circulando en el norte de Nigeria y haya encendido un brote en la devastada Somalia y el Cuerno de África.

Muchos expertos en salud pública creen que, a falta de vigorosos programas de vacunación, el surgimiento de este brote era de esperarse.

La evidencia es clara. Estos bastiones virales están amenazando el programa de erradicación global de la poliomielitis.

Caldos de cultivo

Partícula del virus de la viruelaLos conflictos han sido caldos de cultivo para todo tipo de infecciones.

A través de la historia, las enfermedades infecciosas han influido y han sido fuertemente influidas por la guerra. Como explica Matthew Smallman-Raynor, profesor de geografía analítica de la Universidad de Nottingham: “mientras que la naturaleza de la guerra ha cambiado con las épocas, el vínculo entre la guerra y la enfermedad permanece tan fuerte como siempre”.

“Hoy, como en el pasado, el colapso de la higiene y de los sistemas sanitarios en tiempos de guerra significa que las infecciones conocidas se restablecen rápidamente de una forma oportunista en poblaciones afectadas por el conflicto”, señala.

Tanto civiles como soldados terminan viviendo en condiciones de hacinamiento e insalubridad, caldos de cultivo ideales para una variedad de infecciones bacterianas, virales y parasitarias. En Siria, una epidemia de tifoidea se ha apoderado de la provincia oriental de Deir Ezzor.

Los daños en las redes de carretera imposibilitan a los trabajadores sanitarios ofrecer vacunas y medicinas a quienes lo necesitan.

La mayoría de las vacunas tienen que mantenerse a una temperatura fresca hasta que se usan, pero las interrupciones en el suministro de energía y los largos viajes lo impiden.

En Siria, la carencia de vacunas, junto con el hacinamiento, la falta de agua potable y la poca salubridad, está alimentando sin duda las llamas de los brotes de polio.

Pero no sólo la pobreza y los hacinamientos avivan la propagación de enfermedades infecciosas, como el VIH. Existe una evidencia anecdótica de un brote de fiebre de Lassa después de que unos refugiados comieron ratas infectadas para sobrevivir.

El mayor enemigo

Imagen de archivo de la Primera Guerra MundialTropas belgas durante la Primera Guerra Mundial.

Indudablemente, las grandes movilizaciones de tropas durante la Primera Guerra Mundial jugaron un papel importante en uno de los contagios más devastadores de la historia moderna: la pandemia de influenza de 1918.

A pesar de que se conoció ampliamente como la gripe española, nadie sabe con certeza dónde se originó el virus. Algunos creen que fueron soldados estadounidenses quienes la trajeron a Europa, aunque se pueden encontrar casos de serias enfermedades respiratorias en territorio europeo años antes.

Según el profesor Smallman-Raynor, el impacto de la guerra y las infecciones se puede rastrear hasta las profundidades del tiempo.

“Por siglos, la fuerza de lucha de ejércitos se ha visto minada por el brote de enfermedades infecciosas durante la guerra, ocasionando una suspensión y cancelación de operaciones militares y trayendo el caos por igual a las poblaciones civiles beligerantes y no beligerantes”.

“De hecho, de la evidencia disponible se obtiene una estadística sorprendente”, agrega el experto. “Hasta hace relativamente poco, las grandes pérdidas humanas en tiempos de guerra no eran debido a bombas y balas, sino a infecciones diseminadas tanto en poblaciones civiles como armadas”, afirma Smallman-Raynor.

Armas de gérmenes

Enfermo de viruelaLa viruela fue una enfermedad común hasta el siglo XX, cuando en los años 80
una campaña de vacunación global la erradicó.

Nada conjura más enfermedades como la guerra.

Y los humanos no tardaron en darse cuenta del poder destructivo de las enfermedades infecciosas y las usaron para atacar.

El nefasto uso de la viruela en los conflictos de América del Norte quizás destaca por encima de los demás.

Varios relatos describen cómo los colonos europeos utilizaron este virus para infligir sufrimiento y muerte en los nativos americanos.

Así que tal vez no es de sorprender que durante las guerras de independencia en el hemisferio norte del continente americano, las fuerzas británicas de ocupación apelaran a esta antigua estrategia para enfrentar esa insurgencia.

Antes de la llegada de la vacunación, la manera de proteger a las personas contra la infección grave de viruela era darles una dosis pequeña y controlada de la enfermedad. Esto se conoce como variolación.

Pero una persona inoculada con virus es igual de contagiosa, un factor que usaron a su favor generales británicos quienes, en al menos dos ocasiones, enviaron a personas inoculadas con el virus para esparcir la enfermedad y muerte entre los rebeldes americanos.

Dándose cuenta del riesgo, George Washington ordenó una variolación en masa de sus tropas, una acción que sin duda lo ayudó a ganar la guerra.

Y los esfuerzos bélicos también se han usado para justificar y proteger estudios poco éticos, aunque ninguno como el de la Alemania nazi.

“El ataque a la Unión Soviética y la campaña de África del Norte motivó a bacteriólogos y la SS a conducir investigaciones a gran escala en campos de concentración y hospitales psiquiátricos”, explicó Paul Weindling, profesor investigador en historia médica del Wellcome Trust en la Universidad Oxford Brookes.

“Miles de reclusos fueron infectados deliberadamente con malaria, hepatitis y tifoidea para probar vacunas y fármacos”.

Los perpetradores fueron procesados en el juicio médico de Núremberg y uno de los resultados fue el Código de Núremberg sobre la investigación permisible, el cual exige que las personas que participan en la investigación médica den su consentimiento voluntario.

El actual brote de poliomielitis es un triste recordatorio de que las enfermedades infecciosas son las verdaderas beneficiarias de la guerra.

Los progresos para erradicar la polio han sido monumentales, pero ese éxito está bajo amenaza.

¿Tendrá la poliomielitis ayuda de la guerra, la insurrección y desconfianza? Después de tanto esfuerzo y progreso, sinceramente espero que no. Pero sólo el tiempo lo dirá.

(BBC)