La violencia intrafamiliar es insostenible, la falta de libertad en el amor y la sexualidad también. De igual manera las adicciones, los trastornos de la alimentación y del sueño; el estrés de la “vida moderna”, pero también la desigualdad, la violación de los derechos humanos, la discriminación a la mujer y a los indígenas, los desequilibrios en el desarrollo de los países, la antidemocracia, la corrupción y por supuesto el deterioro ambiental (agotamiento y contaminación).

Como se exponía en la nota anterior, la sustentabilidad es una necesidad urgente pues como nunca antes en la historia de la humanidad todas las facetas de la existencia humana están en crisis, como diría el Dr. Víctor Manuel Toledo, es una crisis de civilización. Sin embargo, es necesario señalar que es también una crisis de la historia natural del planeta pues como especie, somos producto de tal historia y por tanto nuestro papel en el contexto de la naturaleza global está en juego. Vale preguntarse cuál es nuestro papel en la naturaleza. ¿Estamos destinados por determinación natural a ser destructivos, abusivos, violentos? Me parece que no.

Es importante considerar que el surgimiento de la conciencia ecológica es un suceso inscrito en la historia natural del planeta. Un hecho en el que la naturaleza comienza a transitar de ser en sí para convertirse en Ser para sí. Donde se transforma de objeto en sujeto a través de nosotros. Para su bien, su felicidad y su crecimiento. Entonces la vida humana no es un sin sentido, ni tampoco un sentido dado por ser sobrenatural alguno o por el hombre mismo, como lo ha creído el humanismo ateo. Es por la naturaleza que existimos y para la naturaleza que vivimos (para nosotros también como parte de ella).

Entonces nos confundimos, la descomposición social y ambiental que vivimos es un proceso de transición a un nuevo estado a una nueva forma de conciencia. Es un parto, “la era está pariendo un corazón no puede más se muere del dolor y hay que acudir corriendo que se cae el porvenir” (Silvio Rodríguez). Un parto que depurará a quienes no sean aptos para los nuevos tiempos, para las nuevas realidades y para los nuevos requerimientos. La naturaleza desde lo individual, social y ambiental comienza a reaccionar. No tolera las disfuncionalidades imperantes. Y ha de blindarse para que los cobardes y los malvados se supriman mutuamente.

Para finalizar la crisis en el ámbito “privado” o personal, social y ambiental es, en unidad, una crisis ecológica pues en cada uno de estos ámbitos hay una afectación a la naturaleza, a la vida, a la salud, a la felicidad de alguna parte de ella. Es, claro está correspondientemente, una crisis cultural. Más esa cultura anquilosada, obsoleta y descompuesta el problema es que es necrófila no biofílica, el fin de la infancia-adolescencia humana que para que sea válida a de acceder a la madurez.

 Escrito por Eduardo García