revueltas

A 114 años de su natalicio, que se conmemora mañana, Silvestre Revueltas, autor del poema sinfónico “Sensemayá” y la pieza “Homenaje a Federico García Lorca”, ha traspasado las fronteras del espacio-tiempo y hoy en día es considerado el compositor más grande que ha producido México en el siglo XX.

Considerado uno de los máximos y más influyentes representantes de la corriente nacionalista, Silvestre Revueltas Sánchez nació el 31 de diciembre de 1899 en Santiago Papasquiaro, Durango, siendo el primer hijo de Gregorio Revueltas (1871-1923) y Ramona Sánchez (1883-1939), reseñan sus biógrafos en el portal “biografiasyvidas.com”.

El también director de orquesta creció en el seno de una familia conformada por destacados personajes de la cultura y el arte en México, como: Fermín (1901-1935) y Consuelo (1909-1990), quienes destacaron en el muralismo y la pintura; José (1914-1976), renombrado escritor, novelista y guionista; y Rosaura (1910-1996), actriz y bailarina.

Su interés por la música se consolidó desde su niñez; a los cinco años aprendió a tocar el violín y a los 12 dio su primer recital, de acuerdo con su perfil publicado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).

En 1913 ingresó al Conservatorio Nacional de Música de México, con maestros como el violinista José Rocabruna (1879-1957) y el compositor Rafael Tello (1872-1946).

Continuó su formación en la Universidad de St. Edward de Austin, Texas, Estados Unidos. En esa época conoció al connotado compositor francés Charles Debussy (1862-1918), quien tuvo gran influencia en sus obras, cita el portal de Internet “donquijote.org”.

En 1919, dos años después de llegar a Estados Unidos, ingresó al Chicago Musical College. Fue en ese entonces cuando surgió su relación con movimientos de izquierda y se casó con la cantante Jule Klarecy, con quien tuvo una hija, Carmen.

A decir de la crítica especializada fue un compositor tardío, ya que comenzó a componer seriamente hasta 1929, por lo que su labor como autor, relativamente escasa aunque valiosa, sólo abarcó 10 años, de 1930 a 1940.

Reconocido por su colorida música orquestal, Silvestre Revueltas se encargó de difundir la música de concierto en todo el país, durante las décadas de 1920 y 1930.

Además, dirigió la Orquesta del Teatro San Antonio y la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios. Fue, también, subdirector de la Orquesta Sinfónica Nacional (de 1928 a 1935), a cargo de Carlos Chávez (1899-1978).

El destacado compositor escribió sinfónicas, ballets, canciones y piezas para teatro y cine, como las bandas musicales de las películas “Redes”, “Vámonos con Pancho Villa”, “La noche de los mayas” y “Ocho por radio”.

En 1937 viajó a España, en el marco del II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, donde apoyó la causa republicana durante la Guerra Civil Española (1936-1939).

Ahí conoció a destacados intelectuales, entre ellos Pablo Neruda (1904-1973), León Tolstoi (1828-1910), Rafael Alberti (1902-1999), Nicolás Guillén (1902-1989), Pablo Casals (1876-1973) y David Alfaro Siqueiros (1896-1974).

Además, a lo largo de sus viajes por Estados Unidos y México fue compañero de personalidades como el violinista checo Otakar Sevcik (1852-1934), el pintor José Chávez Morado (1909-2002) y los escritores Carlos Pellicer (1897-1977), Octavio Paz (1914-1998) y Elena Garro (1916-1998).

El devenir de la Guerra Civil lo sumió en una profunda melancolía, que aumentó su adicción al alcohol, lo que acabó prematuramente con su vida.

El músico, quien falleció el 5 de octubre de 1940 a causa de una bronconeumonía, dejó como legado invaluables obras musicales, las cuales continúan sorprendiendo a los expertos en todo el mundo.

Silvestre Revueltas formó parte de un grupo de autores nacionalistas que buscaba la renovación de las formas, a través del rescate de los valores de la música indígena y el pasado prehispánico, acercándose a los lenguajes de la vanguardia europea.

En sus piezas aprovechó todos los recursos instrumentales, dio a las cuerdas papeles percutivos y a los metales un énfasis melódico, además, les dio una estructura con las armonías disonantes y contrapuntos que chocan rítmicamente, aseguran los estudiosos de su obra.

Entre sus composiciones destacan “El tecolote” (1931), “Ferias y alcancías” (1932), “El renacuajo paseador” (1933), “Tocata” (1933), “Platos” (1934), “Redes” (1935), “Homenaje a Federico García Lorca” (1935), “Además de Janitzio” (1936) y “La coronela” (1940), así como “Sensemayá” (1938), su partitura más conocida dentro y fuera de México.