Emily Lindin no acababa de aterrizar en la adolescencia cuando pasó por los momentos más difíciles de su vida. Durante varios años estuvo en el punto de mira de todos sus compañeros y compañeras de colegio. Su forma de vestir, de caminar y de comportarse se juzgaba en los pasillos, en los baños y hasta dentro de las aulas.

En 2013, ya adulta y con aquel traumático recuerdo pixelado por el tiempo, la mujer cuya identidad se esconde bajo el seudónimo de Emily Lindin abrió un blog donde comparte con el mundo las páginas del diario que escribió entonces, sumida en sentimientos de inferioridad y culpa. Fue el primer paso de un proyecto, The Unslut Project, que promueve la concienciación social para la luchar contra ese estigma que negativiza la sexualidad femenina y la convierte en objeto de insulto y acoso. Porque 15 años después del infierno que condenó a Emily al aislamiento, el bullying sexual sigue reproduciéndose, sin importar las fronteras, en todas las escuelas del mundo.

Todo comenzó cuando Lindin, una niña estadounidense de apenas 11 años, inició una relación con un chico de su clase. “No sabía muy bien qué era eso del amor. Estaba experimentando con mis sentimientos y creía que estaba enamorada. Él y nuestros amigos me convencieron para que probásemos a tener relaciones sexuales. Era curiosa y no lo hice obligada”, relata con la tranquilidad de quien ha trabajado intensamente para la superación de un trance vital. Lo que Emily desconocía es que aquel hecho se iba a convertir en el cordón umbilical de todo lo que vino después. “Mi novio se lo contó a todos sus amigos. Mis compañeras, e incluso mi mejor amiga, se sumaron a mi linchamiento público. Era la zorra de colegio, esa que los chicos pensaban que podían meter en su cama con sólo un chasquido de dedos”.

“Todo se volvió en mi contra. La presión me anuló como persona y mi única vía de escape era mi diario. No podía contárselo a mis padres y tampoco a los profesores del colegio. Pensaba que no me apoyarían, que de verdad pensarían que era una puta”. El aislamiento social, agravado por la vergüenza de compartir el problema, planteó a Emily la idea del suicidio. “Nunca lo hice, no me habría atrevido. Pero ahora que releo las notas del diario recuerdo lo que pasaba por mi cabeza”. Revive sus sensaciones de aquel entonces con dificultad, tartamudea y le cuesta poner en palabras el tifón de sentimientos que ni siquiera le daba tregua por las noches.

 

Contra el slut shaming

El proyecto de Lindin contra el slut shaming –o, lo que es lo mismo, el escarnio de la zorra– pretende culminar con Slut: A documentary film, cuyo estreno está previsto para finales de este año. La cinta contará con el punto de vista de expertos, psicólogos y sexólogos que, frente a la cámara, se plantearán cómo cambiar como sociedad los prejuicios hacia la sexualidad femenina.

Para iniciar una reflexión sobre el término ‘puta’, tan utilizado para descalificar a las mujeres, laweb del proyecto distribuye unas camisetas con el lema Define Slut ( Define puta) que invitan a la gente a “plantearse el uso de este término y, sobre todo, a ser conscientes de cómo puede llegar a herir”.

El extremo de ese dolor es la propia muerte, el mayor acto de violencia contra uno mismo. “Cuando escuché la historia del suicidio de Rehtaeh Parsons, una chica de Canadá que sufrió una violación en grupo y tuvo que ver cómo las fotos de su agresión sexual circulaban en redes sociales, me convencí definitivamente de la necesidad de un documental como este”. No era la primera vez que a oídos de Emily llegaba una brutalidad de este tipo. Otras jóvenes norteamericanas como Audrie Pott, Amanda Todd o Phoebe Prince también se quitaron la vida después de ser señaladas como la “zorra del instituto”.

 

La culpa sigue recayendo sobre las mujeres

Ni la escuela, en particular, ni la sociedad, en general, están aún preparadas, según Emily, para abordar este tipo de problemas. “En los colegios, en lugar de luchar contra el bullying, tratan de controlar la sexualidad de los chicos y chicas para que no se desvíen de lo que se considera lo importante: los estudios. Incluso se dan lecciones de moralidad, se obliga a vestir de forma decorosa…”. En la calle, la situación no es mucho mejor. “¿Qué ropa llevabas? o ¿qué hacías sola con ese hombre? son preguntas que un policía formuló a una chica que, aterrorizada, denunciaba una violación”, se indigna Emily, con el convencimiento de que la culpa sigue recayendo en las mujeres incluso en los casos más aberrantes.

Por eso, insiste en que, aunque muchos hombres lo consideran un problema ajeno, ellos tienen también la llave del cambio. “Se deja a los hombres fuera, cuando hay que educarlos en la idea de que nuestros cuerpos nos pertenecen. No somos un objeto sobre el que se pueda opinar”.

Varios hombres, concienciados en contra de la violencia sexual, se han puesto en contacto con ella a raíz de la iniciativa The Unslut Project. Entre ellos se empieza a fraguar la idea de crear una nueva masculinidad que rompa con los estereotipos que también acotan los comportamientos de los hombres en público. “Los hábitos de no mostrar emociones, ejercer el liderazgo en la familia o demostrar fuerza física como símbolo de poder tienen que ir, poco a poco, guardándose en un cajón en favor de la empatía”.

 

La solución no es atemorizar a las chicas

Infundir temor a las chicas como método para ponerlas a salvo del acoso o, en el peor de los casos, de la violación, no es para Lindin el método más recomendable para luchar contra elbullying sexual. Varias expertas, además, coinciden en apuntar que desde niñas se nos enseña a defendernos de enemigos difusos, pero no de relaciones sentimentales insanas.

En la misma línea, tampoco se puede culpar a las redes sociales de ciertas conductas de control sobre las mujeres. “Es verdad que Twitter o Facebook pueden utilizarse para ejercer acoso sobre las personas, pero no debemos olvidar que también son vías maravillosas y muy útiles para otros objetivos”. La clave, señala Emily, está en hacer conscientes a los adolescentes del impacto que la publicación de cualquier material en redes puede tener, para que las usen con responsabilidad.

De hecho, Lindin encontró en internet el medio para dar a conocer su diario y, ahora, también la forma para difundir Slut: A documentary film. Gracias al boca a boca y a un llamamiento a la colaboración mediante crowdfunding, el documental ha conseguido recaudar más de 20.000 dólares para su producción y rodaje.

De momento, expertos y expertas en varios campos se han sumado al proyecto que, desde hace unos meses, recorre la geografía estadounidense en busca de personas que quieran compartir sus experiencias. “Queremos hacer ver a las chicas que están pasando por un calvario similar al que yo viví que esta situación no es el fin. La idea es iniciar una conversación real para que la gente sea consciente de que el slut shaming es una realidad”, sostiene la impulsora del documental.

 

“Con The Unslut Project no quiero tomarme la revancha”

Su experiencia personal también formará parte de la cinta. Lo hará en clave de crítica, pero sin señalar a los responsables que hace 15 años la condenaron a la situación más extrema de su vida. “Este proyecto no es una forma de venganza. La denuncia de mi situación nunca ha estado relacionada con ese deseo de tomarme la revancha. De hecho, los nombres que aparecen en mi diario no son reales. No quiero apuntar a los que me acosaron ni recrearme en mi caso personal porque el bullying sexual es un problema estructural y no individual”.

Desarrollar un talento y, a partir de él, formar una identidad sobre las cenizas de la autoestima destruida fue el camino tomado por la impulsora de The Unslut Project, ahora cantante profesional, para superar el trauma ocasionado por el bullying. “Con apoyos, trabajé para ir construyendo mi propia identidad al margen de los juicios y prejuicios de los demás. Es el consejo que siempre doy: define quién eres y qué es lo que puedes aportar al mundo”.

Fuente: El Diario