bicicleta

Escrito e ilustrado por Franco Mattiello

Hablemos de temas divertidos, el título de este artículo hace referencia a una experiencia muy particular, sin embargo haré una introducción muy merecida.

LSD-25 es el nombre oficial que se le atribuye a la dietilamida de ácido lisérgico aunque es también conocida como LSD o ácido,  el número es por el orden que llevaba el químico suizo Albert Hofmann que fue quien la sintetizó.

Es una droga psicodélica semisintética que se obtiene de la ergolina, produce efectos de alucinación ya sea con los ojos cerrados o abiertos. Es producto de una investigación, en la búsqueda de usos medicinales de los alcaloides del grupo ergolina, presentes en el cornezuelo del centeno.

Así es, el cornezuelo es un hongo que infecta los granos del cereal que se utilizan para hacer pan de centeno, causando el fuego de san Antonio (es el nombre que le daban a la infección). Por supuesto esto les dará algunas ideas de por qué en la edad media creían en las brujas.

Ahora si hablemos del día de la bicicleta. El 19 de abril de 1943 el doctor Hofmann ingirió a propósito 250 µg de LSD,  tras ingerir la sustancia, Hofmann sintió que le costaba hablar de forma inteligible y pidió a su asistente de laboratorio, que estaba al tanto del experimento, que le acompañase en su viaje a casa en bicicleta, pues, por las restricciones del período de guerra, no había automóviles disponibles.

Cuando llegó a casa, llamó a un doctor y pidió a su vecina algo de leche, creyendo que le ayudaría a recuperarse, el médico, no encontró ningún síntoma físico anormal, salvo las pupilas extremadamente dilatadas. Tras pasar varias horas aterrorizado, convencido de que un demonio había poseído su cuerpo, de que su vecina era una bruja y de que el mobiliario de su casa le amenazaba, el doctor Hofmann pensó que había enloquecido por completo. En su diario, Hofmann indica que el doctor decidió no medicarlo y prefirió enviarlo a la cama. Una vez acostado, Hofmann sintió que el pánico comenzaba a dar paso a una sensación de buena suerte y gratitud. Los colores y juegos de formas que veía con los ojos cerrados le resultaban ahora placenteros.

Al día siguiente fresco y con la mente clara, aunque con cierto cansancio corporal, desayunó con una sensación de bienestar y vida renovada, y encontró la comida deliciosa. Mientras caminaba por el jardín, notó que todos sus sentidos vibraban con una sensibilidad superior, que duró durante todo el día.